Los ojos vidriosos, el grito desesperado, las piernas abiertas y miles de celulares apuntando a su ciento noventa y ocho centímetros de altura en un estadio que no paraba de corear su apodo eterno: “Delpoooo….Delpoooo”.
En cinco sets y después de perder lo dos primeros, Juan Martín del Potro derrotó al croata Marin Cilic y todo un país explotó de emoción. Después vendría el triunfazo de Federico Del Bonis frente a un patético Karlovic (lo más parecido a “Largo” de la serie Los Locos Adams) y la locura total de ganar la Copa Davis 2016.
Hoy, muchos analistas del deporte comparan la hazaña de Juan Martín del Potro con la del general José de San Martín. Está bien, el tenista argentino no cruzó la cordillera ni liberó a ningún país del sometimiento de España.
Pero en ese espíritu indomable, en las ganas de llegar a la meta, en no claudicar ante la adversidad, en tener confianza aún en los peores momentos, en transmitir firmeza a sus compañeros y en alcanzar cualquier objetivo aunque parezca imposible, en todo eso, Delpo y el general se parecen.
Sería bueno que muchos compatriotas tomaran esa idea de fuerza, lealtad y tenacidad para llevar adelante al país. Políticos, deportistas, periodistas, maestros, obreros, sindicalistas, curas, profesionales y especialmente los más jóvenes deberían tomar este ejemplo. Porque solo así saldremos adelante.
Obtener la Copa Davis 2016 fue una lección de vida que debemos aprovechar para crecer como país y también como personas. Piensenló y después salgan a festejar por las calles de su barrio, pueblo o ciudad. Felicitaciones a los campeones del tenis y de la vida.