Además de la cárcel, a Carlos Ghosn le espera el escarnio de toda la industria automotriz y la devolución del dinero que evadió en impuestos

El ex-presidente de Nissan Motor Co Ltd, Carlos Ghosn, fue arrestado por orden de la fiscalía de Tokio, por violar la legislación sobre instrumentos financieros y del mercado de valores de Japón, además de haber mentido en sus propios ingresos en los balances financieros ante el Departamento de Hacienda nipón.

 

Lo “vendió” uno de sus directores, Greg Kelly, quien durante varios meses cooperó en las investigaciones para arrestar al CEO de Renault-Nissan-Mitsubishi, las tres firmas que ya lo despidieron de su cargo sin siquiera agradecerle haber salvado las compañías en los últimos diez años.

 

Las investigaciones culpan a Ghosn de haber defraudado 5.000 millones de yenes (unos 39,3 millones de euros), en declaraciones de sus ingresos totales al Departamento de Hacienda japonés entre 2011 y 2016.

 

Ghosn, brasileño de nacimiento, de ascendencia libanesa y ciudadano francés, comenzó su carrera en Michelin, desde donde pasó a Renault en 1996. En 1999, se unió a Nissan después de que Renault comprase una participación de control en la firma japonesa, de la que se convirtió en consejero delegado en 2001.

 

Muchos lo consideran el artífice de la resurrección de Nissan tras rozar la bancarrota, así como quien consiguió reflotar Renault, cuyo mayor accionista es el Estado francés, en los ’90.

Ahora, solo le espera  el escarnio internacional y una triste e incómoda estadía en la cárcel de Japón en los próximos años.